CARLOS JOAQUÍN: «EL LEWINSKASO AZTECA»
Gran curiosidad me causa conocer por qué el catálogo presidencial de sanciones y penas de Andrés Manuel López Obrador para colaboradores que se apartan del buen gobierno, de su proclamado gobierno moral y con moral –como arenga tantas veces puede–, no considera la presunta infidelidad conyugal como falta o pecado mortal, como, por el contrario, sí cataloga discrecionalmente el no saber vivir en la justa medianía.
Quisiera saberlo por dos motivos:
El primero, por la narrativa del “Lewinskaso azteca” (1), como se refiere Fuenteovejuna a su presunción fundada de que el Embajador de Canadá en México, Carlos Manuel Joaquín González, sostiene un tórrido romance –de pechito con pechito y ombligo con ombligo–, con una chica (de padre italiano) mucho menor que él, con base en fotografías que circulan en redes sociales desde el miércoles 11 (de este mes), y en las que se observa al ex-gobernador de Quintana Roo muy cariñoso y dulce, como si Cupido lo hubiera flechado de nuevo sin aparentemente estar divorciado.


Páginas noticiosas de Quintana Roo en Facebook desempolvaron un par de imágenes de “Los tortolitos”. Fueron tomadas meses antes de que el ahora diplomático mexicano se convirtiera en gobernante de Quintana Roo y en una de ellas se puede observar a Carlos Manuel Joaquín González besando a la joven. Esta última fotografía acusa por sí misma de infidelidad al político cozumeleño, como no es el caso de las difundidas en los últimos días, porque en ese entonces estaba casado con todas las de la ley –no olvidemos que su esposa desempeñó el rol de primera dama del Estado y presidenta del DIF Quintana Roo–, y ahora, un ardid legal lo puede exculpar si realmente ya está divorciado, como se rumora.


Por ello, suponer o hablar de infidelidad y adulterio del ex-gobernante, basados sólo por las fotografías recientes que le fueron tomadas en el lujoso restaurante “Campomar”, ubicado en Ciudad de México, en la zona exclusiva de Polanco, sobre la avenida Masaryk, es aventurar temerariamente, especular irresponsablemente, como no obraríamos respecto a la más antigua porque, ahí sí, Carlos Manuel Joaquín González no puede decir que estaba separado legalmente de la madre de sus tres hijos, dos varones y una mujer.

Y el segundo, el principal, el más importante, por la tesis política del presidente López Obrador sobre la familia, esa misma a la que se refirió apenas en septiembre del año pasado, en una gira por Nayarit, como “la institución más importante en materia de seguridad social”.
Es aquí donde pregunto: Si tanto valor tiene para el presidente López Obrador la familia, ¿por qué consentir a colaboradores que atentan contra su códigos de moral y deconsanguinidad?
¿Acaso la institución que se presume es la familia está más devaluada que la peor moneda del mundo –la Rial Iraní?
¿Acaso herir a la familia no es pecado mortal para nuestro Gobierno, como sí lo es la fastuosidad?
¡Sí, pregunto!, pues la suntuosidad y ostentosidad nupcial en el extranjero del jurista Santiago Nieto Castillo con la consejera del Instituto Nacional Electoral, Carla Astrid Humprhey Jordan, le costó al político queretano de San Juan del Río la titularidad de la Unidad de Inteligencia Financiera.
“Es un asunto escandaloso, en efecto, aun cuando se trata de un acto privado, pues los asuntos públicos en México son cada vez más públicos o se sabe más de asuntos o eventos privados; antes no se conocía nada, había mucha ostentación, mucho derroche, pero todo se silenciaba, ¿no?.. ¡Ahora, no!”, recuerdo que externó el presidente Andrés Manuel López Obrador en “La mañanera” del lunes 8 de noviembre de 2021, en Palacio Nacional, sobre el enlace de su colaborador Nieto Castillo con Humprhey Jordan, en Antigua, Guatemala.
Para mala suerte de Nieto Castillo y su ahora esposa, la boda también se vio envuelta en un escándalo mediático porque uno de los invitados a ella, el dueño del periódico “El Universal” (de Ciudad de México), Juan Francisco Ealy Ortiz, pasó apuros ante autoridades guatemaltecas porque pretendió ingresar 35 mil dólares sin declarar a la nación centroamericana.
Nieto Castillo fue renunciado ese mismo lunes 8 de noviembre de 2021, algunas horas después de que AMLO recomendara a sus colaboradores, a los servidores públicos, a que “actúen con moderación, con austeridad y que sigan el ejemplo de Juárez, que decía que el servidor público debía aprender a vivir en la justa medianía”.
La suntuosidad y ostentosidad condujo al paredón de fusilamiento al otrora zar de la anticorrupción de la Cuarta Transformación, y, casi 14 meses después, la regla tiene su excepción con la venia presidencial, al permitírsele al catrín del servicio público marcharse a la Embajada de México en Canadá, a pesar de haber incurrido en la pomposidad que no se le perdonó a Nieto Castillo, y, lo que es peor, perdónenme la expresión, surrarse tanto en la recomendación juarista que ahora enarbola el Jefe de la Nación –de que el servidor público debe vivir en la justa medianía–, como en la Doctrina y Código Presidencial referente a la familia.
¡Qué incoherencia!
¡Qué aberración!
¡Qué descarrío!
¿No lo creen así, integrantes de la Segunda Comisión de Relaciones Exteriores, Defensa y Educación Pública, que avalaron el nombramiento de Carlos Manuel Joaquín González?
¿No lo creen también así, integrantes de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, que consumaron la designación?
(1) Término empleado en alusión al escándalo político sexual que en 1988 protagonizaron el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y su asistente, la becaria Monica Samille Lewinski, en ese entonces una joven de 22 años de edad, recién graduada en Psicología. Este «affair» en la Casa Blanca acaparó la atención mundial.