DE DIBUJAR FANTASMAS A RENDIR TRIBUTO A MARADONA
Nunca habían cantado el himno argentino con tanta fuerza, gritando, haciendo visible el compromiso con la nación. Nunca se había visto a la albiceleste tan necesitada de demostrar amor por la camiseta. Se expresaban con sobreexcitación quizás conscientes de que futbolísticamente no tenían mayor argumento que esperar una genialidad de Messi. Tensión, mucha tensión, y Leo resoplando al final del himno, sacando ese aire que se queda en la barriga y que te mata de nervios.
Caían los minutos y crecía la sensación de que Argentina no perdía porque México arriba no tenía nada. Aburría la selección albiceleste y eso es terrible si hablamos de un equipo con Leo vistiendo el ‘10’.
Pero llegó el minuto 64 y Leo probó suerte desde fuera del área y sus botas doradas volaron. Disparó alentado por 50,000 argentinos que se estaban dejando la voz y la salud animando y cuando vio que el balón entraba en la portería de Ochoa corrió como nunca hemos visto correr a Messi, corrió gritando “vaaaaaamos” no una vez, ni dos, ni tres, gritaba como un niño mientras lanzaba besos a la grada en señal de agradecimiento. Habían creído en él. Habían coreado el “Messi, Messi, Messi” y “el que no salta es un inglés” que es una seña de identidad.
No hubo crítica feroz hacia la albiceleste después de la derrota ante Arabia Saudí porque Leo dio la cara tras la derrota y les dijo que creyeran. Y se agarraron a las palabras del rosarino para creer.

Corría Messi gritando “vaaaamos” y abrazándose al Fideo Di María, el que más cree en Leo, tanto como Scaloni, el seleccionador que sabe que depende tanto de Messi que intenta quitarle tensión.
Corría Messi hacia la grada argentina por fin liberado tras el gol que permite a la selección albiceleste depender de sí misma para clasificarse para octavos de final del Mundial.







Cuando Enzo Fernández marcó el golazo que sentenciaba el partido, Leo le abrazo largo, muy largo, como necesitado de estar ahí, al abrigo de los que confían en él.
Messi pasó de una participación discreta a firmar el golazo de la liberación. Pasó de dibujar fantasmas a rendir homenaje a Diego Armando Maradona de la forma que mejor agradece el pueblo argentino: marcando un golazo.
Seis minutos añadió el árbitro, seis minutos para descontar las celebraciones en los dos goles,que fueron más largas. Porque necesitaba Messi celebrar con intensidad.
Siempre le costó a Leo liberar tensiones con la selección pero después de ganar la Copa América parecía que habían superado esa presión descomunal. Formaron una piña y de ahí caminando, agitando los brazos, se dirigieron todos a cantar con la grada… “ole ole ole cada día te quiero más”. El MVP Leo Messi era Leo, el liberado.
Contenido publicado en el portal de “Mundo Deportivo”, diario español editado en Barcelona y cuyo sub-director es precisamente la autora de este texto, con el encabezado original «Resoplaba Leo escuchando el himno, sacó toda su tensión al marcar el gol«